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miércoles, 18 de abril de 2012

¿ que son los mitos ?

Llamamos mitos en general a una serie de personificaciones de fuerzas naturales que gobiernan la vida del pueblo, especialmente en él ambiente campesino.
También se conoce como un relato popular o literario en el que intervienen seres sobrehumanos y se desarrollan acciones imaginarias que trasponen acontecimientos històricos, reales o deseados.




LA CREACION DE LOS HOMBRES



   
Uno de los mitos chibchas de la creación de los hombres es el de Bachué, la madre del género humano. Las narraciones mitológicas muiscas indican que en las regiones cercanas a Tunja existía la Laguna de Iguaque, de cuyas aguas emergió Bachué, nimbada de una luz que hizo resplandecer la tierra. La diosa femenina sacó consigo de la mano a un niño de tres años con quien bajó la serranía y en el llano, en donde posteriormente surgió el pueblo de Iguaque, construyó una choza, la cual se convirtió en la primera vivienda de los muiscas en Boyacá. Cuando el niño creció en su desarrollo. natural, Bachué se casó con él, realizándose así el primer matrimonio chibcha. Esta unión fue tan importante y la mujer tan prolífica y fecunda, que en cada parto tenía entre cuatro y seis hijos, con lo cual muy pronto se llenó de gente la tierra. Este es el origen chibcha del género humano. Bachué y su hijo y esposo viajaban por todas partes, dejando hijos en todas ellas. Cuando ya estaban viejos llamaron a sus descendientes y fueron acompañados hasta la laguna de Iguaque, su lugar de origen. Allí Bachué les hizo una plática final, exhortándolos a la paz, después de la cual se despidieron y se convirtieron en dos grandes serpientes que se sumergieron en la laguna, que desde entonces se convirtió en santuario chibcha. Los muiscas hacían peregrinaciones a los "Bohíos sagrados" dedicados a la diosa Bachué y a su esposo, que en algunos cronistas aparece como Iguaque o Labaque. Estos dos bohíos de adoración se comunicaban uno con otro. En uno de ellos se adoraba la figura de un niño de tres años, puesto en pie y de oro macizo, y una piedra de moler maíz, también de oro macizo. En los bohíos, los españoles encontraron numerosas ofrendas: mantas de algodón finas y bien hechas, oro fino en pedazos de barras, tejas y centillos, figuras antropomorfas y zoomorfas llevadas como ofrendas. A la isla Santuario de la Laguna de Fúquene, los chibchas hacían una peregrinación para adorar a varios dioses, entre ellos a Bachué. El culto a los dioses chibchas era servido por cien sacerdotes, quienes atendían a los peregrinos que llegaban frecuentemente de todas partes. Allí se localizaba uno de los Cucas, o seminarios para la formación de los jeques chibchas. El mito chibcha de Bachué representa el dualismo entre la madre agua y la madre tierra; es el mito femenino más importante entre los indígenas colombianos, el cual permanece en la estructura mental de los pueblos del altiplano cundiboyacense con algunas supervivencias míticas en sus tradiciones y creencias. Este mito proyectó la supravaloración de la mujer entre los chibchas, dejando en el transfondo de la mentalidad social los caracteres de un pueblo con algunas tendencias hacia el matriarcado. En la organización social chibcha, los clanes estaban ligados por línea materna, por lo cual los hombres y las mujeres pertenecían al clan por línea femenina. Precisamente para la sucesión de los caciques chibchas existía la línea matrilineal:

EL DUENDE 

En Colombia hay muchos mitos que tienen que ver con este extraño ser de pies alrreves y chillido aterrador que acecha las fincas y siembra terror entre los campesinos de este país. 
Dice el mito que el duende era un ángel del cielo, pero por su envídia hacia Dios fue expulsado del cielo y condenado a vagar por los campos horrorizando a la población. Se dice que el duende hace muchas maldades a los niños, se los lleva hacia las montañas y les hace comer excremento de caballo o los enloquece. Al duende le gusta hacerle trenzas a los caballos y tocar la guitarra. Una forma de aullentarlo es poniéndole a la media noche una guitarra destemplada y así este ser abandonará el hogar poseído.
LA MADRE DE AGUA
 
Cuentan los ribereños, los pescadores, los bogas y vecinos de los grandes ríos, quebradas y lagunas, que los niños predispuestos al embrujo de la madre de agua, siempre sueñan o deliran con una niña bella y rubia que los llama y los invita a una paraje tapizado de flores y un palacio con muchas escalinatas, adornado con oro y piedras preciosas.

En la época de la Conquista, en que la ambición de los colonizadores no solo consistía en fundar poblaciones sino en descubrir y someter tribus indígenas para apoderarse de sus riquezas, salió de Santa Fe una expedición rumbo al río Magdalena. Los indios guías descubrieron un poblado, cuyo cacique era una joven fornido, hermoso, arrogante y valiente, a quien los soldados capturaron con malos tratos y luego fue conducido ante el conquistador. Este lo abrumó a preguntas que el indio se negó a contestar, no sólo por no entender español, sino por la ira que lo devoraba.
El capitán en actitud altiva y soberbia, para castigar el comportamiento del nativo ordenó amarrarlo y azotarlo hasta que confesara dónde guardaba las riquezas de su tribu, mientras tanto iría a preparar una correría por los alrededores del sector. La hija del avaro castellano estaba observando desde las ventanas de sus habitaciones con ojos de admiración y amor contemplando a aquel coloso, prototipo de una raza fuerte, valerosa y noble.

Tan pronto salió su padre, fue a rogar enternecida al verdugo para que cesara el cruel tormento y lo pusieran en libertad. Esa súplica, que no era una orden, no podía aceptarla el vil soldado porque conocía perfectamente el carácter enérgico, intransigente e irascible de su superior, más sin embargo no pudo negarse al ruego dulce y lastimero de esa niña encantadora.

La joven española de unos quince años, de ojos azules, ostentaba una larga cabellera dorada, que más parecía una capa de artiseda amarilla por la finura de su pelo. La bella dama miraba ansiosamente al joven cacique, fascinada por la estructura hercúlea de aquel ejemplar semisalvaje.
Cuando quedó libre, ella se acercó. Con dulzura de mujer enamorada lo atrajo y se fue a acompañarlo por el sendero, iternándose entre la espesura del bosque. El aturdido indio no entendía aquel trato, al verla tan cerca, él se miro en sus ojos, azules como el cielo que los cobijaba, tranquilos como el agua de sus pocetas, puros como la florecillas de su huerta.

Ya lejos de las miradas de su padre lo detuvo y allí lo besó apacionadamente
. Conmovida y animosa le manifestó su afecto diciéndole: !Huyamos!, llévame contigo, quiero ser tuya.

El lastimado mancebo atraído por la belleza angelical, rara entre su raza, accedió, la alzó intrépido, corrió, cruzo el río con su amorosa carga y se refugió en el bohío de otro indio amigo suyo, quien la acogió fraternalmente, le suministro materiales para la construcción de su choza y les proporcionó alimentos. Allí vivieron felices y tranquilos. La llegada del primogénito les ocasionó más alegría.

Una india vecina, conocedora del secreto de la joven pareja y sintiéndose desdeñada por el indio, optó por vengarse: escapó a la fortaleza a informar al conquistador el paradero de su hija. Excitado y violento el capitán, corrió al sitio indicado por la envidiosa mujer a desfogar su ira como veneno mortal. Ordenó a los soldados amarrarlos al tronco de un caracolí de la orilla del río. Entretanto, el niño le era arrebatado brutalmente de los brazos de su tierna madre.

El abuelo le decía al pequeñín: "morirás indio inmundo, no quiero descendientes que manchen mi nobleza, tu no eres de mi estirpe, furioso se lo entregó a un soldado para que lo arrojase a la corriente, ante las miradas desorbitadas de sus martirizados padres, quienes hacían esfuerzos sobrehumanos de soltarse y lanzarse al caudal inmenso a rescatar a su hijo, pero todo fue inútil.

Vino luego el martirio del conquistador para atormentar a su hija, humillarla y llevarla sumisa a la fortaleza. El indio fue decapitado ante su joven consorte quien gritaba lastimeramente. Por último la dejaron libre a ella, pero, enloquecida y desesperada por la pérdida de sus dos amores, llamando a su hijo, se lanzo a la corriente y se ahogó.



La leyenda cuenta que en las noches tranquilas y estrelladas se oye una canción de arrullo tierna y delicada, tal parece que surgiera de las aguas, o se deslizara el aura cantarina sobre las espumas del cristal.
La linda rubia que sigue buscando a su querido hijo por los siglos de los siglos, es la MADRE DEL AGUA. La diosa o divinidad de las aguas; o el alma atormentada de aquella madre que no ha logrado encontrar el fruto de su amor.

Por eso, cuando la desesperación llega hasta el extremo, la iracunda diosa sube hasta la fuente de su poderío, hace temblar las montañas, se enlodan las corrientes tornándolas putrefactas y ocasionando pústulas a quienes se bañen en aquellas aguas envenenadas.
 
 




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